El Evangelio que confronta nuestras seguridades
El Evangelio de este domingo (Lc 16, 19-31) nos presenta una parábola que no deja indiferente: la historia del hombre rico y del pobre Lázaro. Dos vidas opuestas que, al morir, muestran con claridad dónde estaba puesta su esperanza.
El contraste entre lujo y necesidad
Jesús describe al rico vestido de púrpura y lino, banqueteando espléndidamente cada día. A la puerta de su casa yacía Lázaro, cubierto de llagas, deseando alimentarse de lo que caía de la mesa. Los perros eran su única compañía. La escena es fuerte porque refleja la indiferencia del corazón humano.
Cuando mueren, la situación se invierte: Lázaro es llevado por los ángeles al seno de Abraham, mientras el rico termina en medio de tormentos. El relato nos recuerda que la vida no termina con la muerte, y que las decisiones que tomamos aquí tienen consecuencias eternas.
El clamor desde la distancia
El rico, en su sufrimiento, clama a Abraham y pide un poco de agua. Pero la respuesta es clara: en vida tuvo bienes, mientras Lázaro soportó males. Ahora él recibe consuelo y el rico tormento. Además, entre ambos se abre un abismo imposible de cruzar.
El rico ruega entonces que Lázaro sea enviado a sus hermanos para advertirles. Abraham responde: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”. No es falta de señales lo que cierra el corazón, sino la falta de disposición para escuchar y convertirse.
El padre Hugo nos recordaba que el dinero no es malo en sí mismo, pero cuando se convierte en nuestro dios nos roba el corazón. Nos vuelve indiferentes, incapaces de mirar al hermano que sufre. Jesús nos advierte: no se puede servir a Dios y al dinero.
Una frase del Papa Francisco
El Papa Francisco lo expresó con claridad: “No sirve de mucho la riqueza en los bolsillos, cuando hay pobreza en el corazón”. Podemos acumular bienes y aún así estar vacíos, porque la verdadera riqueza no se mide en lo que guardamos, sino en lo que compartimos.
Los dones son para compartir
Cada don, cada talento, cada bien recibido de Dios está hecho para ponerse al servicio de los demás. El sacerdocio, no tendría sentido si fuera solo para uno mismo. Lo mismo aplica a nuestra vida: lo que recibimos cobra sentido cuando se entrega.
El llamado a un corazón semejante al de Cristo
Cristo es el modelo del corazón que se da. Él compartió su vida entera por nosotros y nos invita a imitarlo. Un corazón generoso, semejante al de Cristo, es la verdadera riqueza que transforma al mundo.
La parábola no es un cuento del pasado: es una llamada para hoy. ¿Dónde ponemos nuestra seguridad? ¿En los bolsillos llenos de monedas o en un corazón lleno de amor?
Vivamos con generosidad y con la certeza de que la verdadera riqueza es eterna.
